martes, 23 de noviembre de 2010

UNA APORTACION AL BLOG DE PEDRO CRIADO

Bajo el Irago


Hace unos años, deambulando por La Somoza y La Valdueza leonesas, pasé por Rabanal del Camino, a los pies del Irago, pueblo simbólico tanto para la ruta jacobea como para la historia de la arriería maragata. Vi abierta la iglesia, cosa rara en nuestros días, y allá me introduje guiado por la inclinación a las piedras viejas. El templo se encontraba desmantelado, sin retablos, y con calicatas en los paramentos que denunciaban la búsqueda de elementos arquitectónicos ocultos por las cales y los yesos. El suelo estaba excavado hasta el nivel de unas sepulturas, a una profundidad que, creo recordar, me pareció excesiva, lo que me hizo pensar en la posibilidad de alguna edificación anterior. En todo caso yo pisaba una plataforma provisional, a una cota que no pude referenciar con el nivel del pavimento. Cuando en ello estaba apareció un joven monje, con hábito benedictino, que me puso en la calle. Una vez en el exterior busqué algún cartel que me diese la información que el monje me negó. No encontré nada, y me quedé con las ganas de conocer datos sobre la intervención que acababa de ver en la iglesia.

Había leído algo sobre una comunidad de benedictinos instalados hacía unos años en el pueblo. Encontrarme a uno de ellos controlando la iglesia parroquial, y la existencia de unas obras tan importantes, en un edificio protegido, sin información de ningún tipo, me intrigó. Paseando por las calles hice algunas preguntas, y las evasivas o las escuetas respuestas contribuyeron a mi curiosidad:

Pues ya ve usted, así nos tienen la iglesia...
Sí, a uno de ellos le han hecho párroco...
Mucha, mucha soberbia es lo que hay en esos monjes...
Recopilando información en Internet supe que el monasterio benedictino de San Salvador del Monte Irago se había establecido formalmente en el año 2001. Ocupa un edificio de nueva planta en la plaza de Rabanal, frente a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, parroquia del pueblo. Lo fundan monjes procedentes de Santo Domingo de Silos, que adquieren dependencia de la abadía alemana de Santa Otilia, en Baviera. Datos que mueven a más preguntas. (Ante la procedencia de Silos no puedo por menos de pensar en la destrucción de aquella iglesia románica, hecho que oscurece la memoria del gran Ventura Rodríguez, y de cuya magnificencia da idea el claustro conservado. De Silos procede también la comunidad de la Abadía del Valle de los Caídos). ¿Cómo y por qué salen estos hombres de Silos? ¿Por qué se acogen a la autoridad de una abadía extranjera? ¿Quién financia su nuevo monasterio y hospedería? Preguntas que quedan sin respuesta como quedan las referentes a la promoción de las obras de la iglesia de la Asunción, que no logro saber a quién corresponde.

En agosto de 2009 unos inusitados titulares de prensa, referentes a la comunidad benedictina de Rabanal, llaman mi atención:

Un pueblo se levanta contra los monjes de un monasterio benedictino en León.

Los monjes de un monasterio de León salen del país tras ser abucheados.

Es realmente una situación inusual, yo no tengo noticia de algo parecido en la historia reciente. En nuestro tímido caminar hacia un estado laico (en la Constitución no se atrevieron a llamarlo por su nombre), las conquistas, hasta el momento, han sido escasas. Sin embargo, la jerarquía eclesiástica se ha encastillado, en defensa de posturas cada vez más ultramontanas. A quien tiene o ha tenido el todo le cuesta admitir la parte, y nada digo si de poder hablamos. Con independencia de las razones o sinrazones, el pacífico enfrentamiento de un pueblo con la jerarquía eclesiástica o el clero, es una noticia positiva. Y lo es, no por el hecho del enfrentamiento en sí, lo es por que este sea posible y la gente se atreva a hacerlo. Hay en ello el atisbo de una importantísima liberación en el pensamiento de las gentes. Algo se va consiguiendo. Las violentas explosiones del pueblo contra la Iglesia, repetidas históricamente en situaciones límite, solo han producido sufrimiento y terribles represiones. Estos titulares deberían estar en todas las recopilaciones que la prensa suele hacer a final de año, por eso, por lo inusitados, por lo novedosos, por lo trascendente de los hechos.

Recopilando la información disponible en la prensa gráfica y digital sobre los sucesos del pasado agosto en Rabanal del Camino, y los antecedentes que los originan, con todas las salvedades de la información indirecta y siempre inclinada hacia uno de los lados, y la propia e insoslayable inclinación personal, me he hecho la siguiente composición de lugar.

Estos monjes llegan al pueblo con la intención de desarrollar su vocación monástica en el importante marco religioso del Camino de Santiago, y en las proximidades de otro singular escenario histórico: la Tebaida leonesa del Valle del Silencio, en la Valdueza. No se si son los únicos protagonistas de su empresa o los meros ejecutores del deseo de establecerse en la zona de la potente abadía alemana de la que dependen; lo mismo da, para lo que nos ocupa. Quieren tener presencia, ser un referente en la ruta jacobea y para ello necesitan un templo de alguna singularidad. Precisamente han construido su monasterio en la plaza del pueblo, frente a su parroquia, una vieja iglesia de importante tradición en el Camino, con vinculaciones templarias, los antiguos protectores de la peregrinación.

El Obispado de Astorga ve, con la presencia de los monjes, la forma de ahorrarse un párroco, y sin más análisis de la situación nombra a uno de los benedictinos para tan delicadas labores. La simiente de los problemas está puesta en tierra. No figura en los esquemas mentales de estos monjes, la humilde dedicación a las tareas de párroco de los cincuenta vecinos del pueblo en los largos inviernos, ni la atención a sus fiestas y tradiciones pueblerinas. Los vecinos sienten que sus devociones y patronos tienen que ir dejando paso a los usos y maneras de un monasterio benedictino, del que su parroquia ha pasado a formar parte por la vía de los hechos.

La vieja iglesia de la Asunción tiene restos que pudieran ser del postrer románico del siglo XII. A través de los tiempos el pueblo fue sosteniendo y modificando su iglesia, con los gustos, necesidades y posibles de cada época. Los ilustrados monjes se encuentran una iglesia de fuerte sabor popular, de muros encalados, retablos barrocos y decimonónicas imágenes de la industria de Olot que dañan su sensibilidad. Sienten la necesidad de adaptar el templo a sus criterios “cultos”, con una restauración que lo “dignifique”, evidenciando los restos medievales que se puedan encontrar. Se inicia el desmontaje y traslado de retablos e imágenes, ante un pueblo perplejo que se pregunta como puede ser que ellos no tengan nada que decir al respecto. Las obras que se inician a continuación parecen tender a la localización de los elementos arquitectónicos más antiguos, con el fin de poder planificar una actuación restauradora.

No he podido saber en qué condiciones se realizan estas obras y quien las financia. Parece claro que con el pueblo y su Ayuntamiento no se cuenta para nada. ¿Ha controlado todo la Junta de Castilla y León? En Internet se habla de un expediente sancionador al Monasterio de San Salvador del Monte Irago, por obras no autorizadas en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Rabanal del Camino. No he podido constatar que este expediente exista. La realidad es que el templo ha estado empantanado e inutilizable durante años. Entre los monjes y el pueblo ya hay diferencias muy importantes, parece que agravadas por la difícil o imposible comunicación, que la gente achaca a la soberbia de los benedictinos.

Otras cuestiones vienen a sumarse a este distanciamiento. Parte importante de la escasa actividad económica del pueblo se apoya en los servicios hosteleros a los peregrinos. La hospedería del monasterio entra en competencia con las demás industrias del municipio, y algunos dicen que en competencia desleal, pues a los benedictinos no se les habría exigido el cumplimiento de las condiciones normativas que han regido en el establecimiento de los negocios particulares.

Naturalmente una parte del pueblo, parece que muy minoritaria, apoya a los monjes. No son solo los que se benefician económicamente de la actividad del monasterio, sino un sector social incapaz, por mentalidad o creencias, de un enfrentamiento con la Iglesia o el clero.

Así las cosas llegan al municipio noticias de que la Junta de Castilla y León está redactando, o ha redactado, un proyecto de restauración de la iglesia de la Asunción, y que en su gestión solo han tenido audiencia los monjes, directamente o a través del Obispado. En dicho proyecto, dicen, se contempla la unión del monasterio con la iglesia mediante la supresión del espacio público intermedio, o la limitación de su uso. Al pueblo le duele el ser ignorados por la administración autonómica y lo traduce en gestos de oposición al proyecto redactado a sus espaldas, con puntualizaciones como la negativa a la prevista retirada del reloj del campanario (regalo a su pueblo natal del celebre relojero Canseco), o la modificación del espacio urbano de la plaza para facilitar el acceso de los monjes a la que no es su iglesia, sino la del pueblo.

Con la llegada del verano la población aumenta considerablemente. Son los desperdigados descendientes de las gentes de Rabanal, que salieron del pueblo cuando el tren acabó con la arriería, y buscaron el futuro de sus hijos en las ciudades, en actividades derivadas de su antiguo oficio de trajineros. Acuden a su cita anual en el lugar de sus ancestros, a las viejas casas que cuidan y veneran, a sacar del arca y la naftalina las ropas de los abuelos, y lucirlas en el rito del chiflo y el tamboril, en la liturgia de unión con el pasado que les da continuidad, afirmando su condición y su cultura.

El conflicto con los monjes está en todas las conversaciones, en todos los corrillos, en las casas y en la calle. Se recogen firmas, se proponen actuaciones... La tensión estalla en las fiestas de la Virgen, los días quince y dieciséis de agosto. Los benedictinos se niegan a abrir la iglesia para que los vecinos hagan sus ofrendas florales y saquen a su Virgen en procesión. Dicen misa en la cercana iglesia de San José, acompañados por sus pocos incondicionales. En el exterior espera el pueblo con pancartas, y la Guardia Civil, a la que los monjes han llamado. Cuando salen son abucheados por los vecinos durante el recorrido hasta el monasterio. (En un video que circula por Internet puede verse este tremendo paseo entre abucheos, y la provocadora mirada de desprecio de uno de los monjes). Horas después salen hacia su abadía en Alemania.

El día veintiuno de agosto el Obispado de Astorga emite una nota de prensa en la que, en medio de una torticera interpretación de los hechos, manifiesta su incondicional apoyo a los monjes.

El día veinticuatro los monjes, desde su abadía alemana, cuelgan un comunicado en la pagina Web de su monasterio en Rabanal. No merece la pena el menor comentario sobre esta torpe tergiversación. Más les hubiese valido un prudente silencio.

Para la celebración de la Exaltación de la Santa Cruz, el catorce de septiembre, llega a Rabanal el obispo de Astorga con dos de los monjes llegados de Alemania y un grupo de fieles astorganos. También está el apoyo a los benedictinos de una esperpéntica representación ecuestre, unos individuos que dicen ser miembros del Resurgir de la Orden del Temple. Nada menos. Esta vez sí hay procesión y misa, a las que asiste el pueblo. En la homilía el obispo se despacha a gusto. Afirma que las gentes de Rabanal han acudido a los enemigos de la Iglesia. Que solo los cristianos tienen derechos en la Iglesia, y que para ser cristiano no es suficiente el bautismo. El templo es propiedad de la Iglesia y tienen derecho a entrar en ella los creyentes. Para rizar el rizo, un miembro de la cla astorgana del obispo, al finalizar la misa, lee un manifiesto de apoyo a los benedictinos martirizados por la barbarie atea. Un grupo de fieles del pueblo abandona el templo.

Las agresivas palabras del prelado, me afirman en la idea de la necesidad de reconsiderar, antes de cualquier inversión de caudales públicos, las propiedades inscritas a nombre de la Iglesia que sean declaradas de interés cultural. Estos bienes son fruto, a través de los tiempos, de una sociedad, la nuestra, con formas culturales complejas, de orígenes muy diversos y con una fortísima implantación del cristianismo hasta hace poco tiempo. Las gentes evolucionan en sus creencias, y el Sr. obispo de Astorga no puede negar a nadie el patrimonio cultural, legado por sus antepasados, por el hecho de que su evolución personal le haya llevado a la duda en asuntos referentes la revelación divina. Tampoco tiene ningún derecho a declarar enemigos de la Iglesia a los miembros de la sociedad que no participen en las prácticas religiosas. Lo habitual es que el hombre que duda respete las creencias de sus padres. Lo que no es tan habitual es el respeto de los clérigos jerarcas a su duda. Y donde hablo de dudas puedo hablar de certezas, es lo mismo.

En todo caso, el Sr. obispo pretendía un encasillamiento genérico de las gentes que discrepan de la gestión de los monjes en la iglesia del pueblo, lo cual es simple, injusto y torpe.

Como también parece injusto y torpe el empecinamiento en no nombrar un párroco, como piden los vecinos, y mantener a machamartillo a ese benedictino, cuya actuación, como mínimo, habría que poner en cuestión.

Todo quedará en nada, el pueblo tendrá que tragar en todo o casi todo, como siempre. Pero esos titulares de prensa son un pequeño hito en la historia de la dolorida España, tan castigada siempre por los poseedores de la verdad.

Mi respeto y apoyo a ese pueblo valiente, a Rabanal del Camino, en la tierra en que nacieron algunos de mis abuelos.

Las anteriores palabras las escribí hace algo más de un año. La situación en Rabanal parece ser la misma. El Sr Obispo mantiene su empecinamiento y los vecinos no se rinden. Yo sigo convencido de la necesidad de proteger el patrimonio cultural del pueblo - patrimonio público- y los bienes sometidos a usos o actuaciones abusivas que puedan ponerlos en peligro, sean estas realizadas por particulares o instituciones, como puede ser el caso de la iglesia de Rabanal del Camino. Podría entender la reivindicación, por un obispo, del uso de una iglesia para el fin que fue creada, no puedo entender la discriminatoria concepción de la “propiedad” del templo por parte del Obispo de Astorga.

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